Hoy fue uno de esos días en los que yo me llevé al diablo.
Pude hacerle frente y devorarme su alma en tan solo 8 hs.
La primera sensación que tuve apenas desperté fue cagar a piñas a la rutina, dejarla K.O. y llevarme el cinto de oro para mostrarlo orgulloso ante mis fans.
Dormido arranqué con todo. El despertador hacía una hora que sonaba y mis ojeras hablaban por sí solas.
Llegué a la estación del subte casi agitado por haber trotado durante el camino.
Respiré cuando bajé y enfurecí cuando el amable señor que grita en el alto-parlante dijo "Línea D interrumpida; Repito: Línea D interrumpida"
Pensé en todos los familiares de ese cordial señor, del hombrecito que conduce el tren y pensé también en volver a mi cama a dormir; no era una opción descabellada.
Nuevamente a trote llegué a la parada del colectivo, donde ya empujando logré subir y pedirle a la chica que estaba parada delante mío que arroje las monedas en la máquina.
Todo sudado y sin ánimo para ponerme los auriculares traté de dejar la mente en blanco desde Santa Fe y Coronel Díaz hasta pleno microcentro.
¿Cómo? Ni idea, pero lo logré.
El resto del día estuvo bien. Bah... bien...
Es una forma conformista de aceptar a la rutina, darle la bienvenida una vez más y servirle una medida de ron para que se sienta cómoda.
Me mantuvieron animados sus mensajitos, como es costumbre.
Promediando el día tuve que averiguar por un regalo para hacerle a mi vieja, ya que fue su cumpleaños y haciendo honor al cuelgue que acompaña a mi cabeza aún no le regalé nada.
Me contó el comerciante que solo atienden hasta las 17.30 hs.
Quise salir rajando para poder llegar, pero milagrosamente tuve la imperdible llamada de las 17.01 donde hay que solucionar algún tema urgente. Y claramente no llegué a tiempo.
Casi corriendo fui a cachetear nuevamente al diablo.
La lluvia del camino hizo que se me empezaran a atrofiar las pocas ideas que me quedaban.
Compré un par de víveres y subí al departamento.
Le pregunté a él si alguna vez en su vida se iba a dignar a venir a buscar el colchón que tan hermoso espacio le está quitando a mi diminuto hogar.
Entiendo que en su idioma balbuceante debe haberme querido decir: "Si".
Prendí el calefón. Ya con un pie en la ducha me di cuenta de que había dejado el jabón que acababa de comprar en los chinos sobre la mesada de la cocina.
En bolas salí corriendo a buscarlo.
Me bañé. Y ya en la ducha me salió del alma un: -Agggggggggggghhhhhhhhhhhhhhh !!!
Con muchas "G" en el medio para darle más énfasis y conocer la liberación de la ira.
Les aseguro que funciona, pruébenlo.
Ahora si; Cafecito! Música, un alfajor y rock and roll.
Necesito frenar la máquina. A la 1. A las 2. Y a las...